miércoles, febrero 20, 2008

Gato en extinción

María Tenorio

Un carro lo movió de lugar. Seguro lo impulsó con sus llantas, con su velocidad. Hoy al mediodía me di cuenta del cambio: el bulto alargado estaba en posición perpendicular a la pared central que corta la calle. La primera vez que lo vi, hace unos diez días, el cadáver del gato color champán estaba alineado en paralelo con el muro divisorio que sostiene el puente del bulevar Venezuela.

Nadie lo reclamó. Nadie lo recogió. Nadie lo enterró. ¿Habrá sido un gato sin dueño? ¿Un gato callejero? Los vehículos que transitan por la calle Las Amapolas o Francisco Gavidia se están tomando el trabajo de aplanarlo, de aplastarlo, de aplacarlo. Ayudan a deshidratar el cuerpo del gato que cada día parece más cartón que carne, aunque todavía conserva su felina cola rayada. El tiempo se está encargando de borrarlo de la faz de la calle, de la orilla del muro, de debajo del puente.

El primer día que lo vi, el cuerpo del animal estaba como inflado. No vi rastros de sangre. Dudé si se trataba de un perro. Incluso dudé si ya era difunto. Claro que mi visión fue muy rápida pues no detuve la marcha. Al cabo de cien metros ya había olvidado todo. Volví a pasar horas después, lo declaré gato y lo declaré occiso. “Algún vehículo debe haberlo matado”, me dije. “Ha de oler mal ahí afuera”.

Desde ese día el pequeño cadáver atrae mi mirada el par de veces al día que paso en mi carro por esa calle, al lado de ese muro, bajo ese puente. No puedo evitar mirarlo. El morbo. Le he ido siguiendo la pista al objeto que desafía a transeúntes y conductores con su estampa de cadáver sin ave de rapiña. Gato expuesto a los ratones y las miradas de curiosos, como yo. Gato que no merece la atención de las autoridades capitalinas. Gato en extinción.

Su cuerpo tieso y sucio me ha seguido más allá de los cien metros de mi memoria de corto plazo. Me ha acompañado hasta mi casa. Me ha hecho hablar de él en la sobremesa. Me ha hecho ir ex profeso al lugar de la muerte a hacerle una foto para colgar en el blog junto a este texto. Me impresionó el gato muerto. Quizás no su muerte en sí, sino la persistencia de su cadáver en la carretera. He sido testigo involuntario de su entiesamiento y de su abandono.

(¿Ya lo vio usted? Si pasa por Las Amapolas, en dirección al Estadio Cuscatlán, lo encontrará a su mano izquierda, sobre la calle, junto al muro divisorio, bajo el puente del Venezuela.)

Presumo que ahí estará mañana y pasadomañana. Hasta convertirse en irregular hoja de papel color asfalto. Hasta desintegrarse y fundirse con la madre carretera. Pobre gato urbano que no alcanza la categoría de basura. Que algún día descanse en paz.

2 comentarios:

  1. Por supuesto que esta triste historia no puedo ni contársela a la Loli... para ella sería como contarle un cuento de horror.
    Abrazos.

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  2. Hola, Jacinta, yo sabía que vos dirías algo del gato. Pobre, ahí sigue en la calle, convirtiéndose en cartón. Un abrazo, María

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