miércoles, junio 25, 2008

La pinta y pega

Miguel Huezo Mixco

En las calles se produce mucha riqueza. Empresas, personas, entidades sin fines de lucro, políticos y farsantes ponen sus anuncios en la calle para visibilizar sus servicios, sus productos y sus ofertas, ya sean estas comerciales o políticas. Publicidad y propaganda, da igual: el paisaje de las calles está dominado por incontables invitaciones a comprar, vender, comer, vestir y ser feliz. Son como una especie de gigantesca enredadera. Y como las enredaderas vegetales, también los anuncios necesitan, para encaramarse, de un poste, una pared, una estructura, una edificación, lo que sea, para hacerse notar y conseguir una clientela.

Todo mundo se siente con derecho a expresarse en ese “espacio público”, que en verdad no es tan público. Las paredes, los postes y las estructuras tienen "dueños". Esto produce todo tipo de disputas. Por ejemplo, en la 3ª. Calle poniente, en San Salvador, tiene lugar una sorda pelea entre los vecinos y la municipalidad capitalina. Esta ha bautizado la calle con el nombre de Schafick Handal. En respuesta, los vecinos tachan ese nombre con pintura negra. Otra de las batallas por el espacio callejero lo vienen escenificando las grandes empresas de telefonía que no se dan tregua colocando sus logotipos en lugares inimaginables, incluyendo casas muy pobres que parecen engullidas por estas supermarcas.

Los movimientos sociales también han venido recurriendo, desde hace muchos años, a la pinta y pega. En los años 70, los movimientos campesinos utilizaron las paredes para dar a conocer su demanda de recibir como pago once colones semanales y dos tiempos con arroz, tortilla y frijoles. Las paredes hablan, es verdad, pero no siempre se oyen.

Los artistas del aerosol, conocidos como grafiteros, tampoco parecen resignarse a dejar en manos privadas el uso de la calle. Pero también hay profetas, curanderos y prestamistas que colocan sus anuncios en la vía pública. Profesores que ofrecen en venta libros de álgebra con los problemas resueltos, circos, barras-show... Quien no tiene recursos para pagar anuncios publicitarios, recurre a la pega de sus avisos.

La repudiada pinta y pega de los partidos políticos se fundamenta en esa antigua práctica de usar la calle para lograr visibilidad. Solo que en este caso, los partidos políticos, especialmente los más grandes, no son movimientos alternativos, carentes de recursos, sino verdaderas maquinarias electorales con capacidad de compra de espacios en los medios de comunicación. Tras cada elección, puentes, piedras, árboles, túneles, aceras, paredes y casi todo, resulta manchado con los colores de los contendientes. Como si no fuera suficiente el bombardeo al que nos vemos sometidos durante las campañas, la pinta y pega siguen allí –por años-- como un mal sueño que se repite.

Si no es posible reglamentar este recurso de propaganda, o si no es posible hacer cumplir a los partidos algún código que los obligue a limitar esta actividad, el único recurso que nos queda es el de la presión moral. En las últimas semanas, la radio 102.9 ha emprendido una cruzada para impedir el uso de la pinta y pega en la campaña electoral. Los auspiciadores de esta iniciativa han creado un libro virtual, en su sitio Web, colectando decenas de firmas que repudian el uso abusivo de la pinta y pega. Algunos políticos que asisten a las entrevistas de esta prestigiosa radioemisora ya comprometieron su palabra en no permitir esa práctica. Está por verse si esta vez cumplirán su palabra.

Vínculo recomendado:
No pinta y pega. Radio 102Nueve


¿Desaparece "Cultura"?


María Tenorio

Cuando el miércoles 18 de junio no la encontré, me alarmé. Pensé que se habría perdido entre la cartelera de cines y las tiras cómicas. Por segundo día consecutivo "Cultura" no aparecía entre las páginas finales de La Prensa Gráfica (LPG). El jueves 19 volvió, pero el viernes desapareció de nuevo. La sección solo vio la luz dos días de la semana pasada. Y el fenómeno no es nuevo.

Para los lectores de Talpajocote que no son familiares con "Cultura" de LPG, se trata de una sección "diaria" de una a tres páginas que da noticia sobre publicaciones de libros, encuentros de escritores, obras de teatro o danza, exposiciones de artes visuales, convocatorias a concursos de literatura o pintura, entrevistas a gente relacionada con el arte y la cultura, etc. Aunque "Cultura" incluye notas internacionales, se enfoca en eventos nacionales. En el periódico impreso se ubica hacia el final, después de las carteleras de TV, cable y cine, y antes de las notas sociales (bautizos, cumpleaños, fiestas de graduación, etc), como parte de la sección sombrilla "Fama Plus".

De las intermitencias de "Cultura" no se habrá percatado la mayoría de lectores de LPG: así pensarán quienes dejan de publicarla tres días en una misma semana. Hoy día, sin embargo, las tendencias del mercado y del mercadeo buscan satisfacer no solo a la abrumadora mayoría de consumidores, sino también a las minorías. Y si pocos somos los que leemos la sección, para pocos habría que hacerla. Suprimirla es dejar fuera una parte de la vida nacional que ha alcanzado estatus periodístico.

¿Por qué una sección para pocos lectores? Simple y sencillamente porque un periódico que se precie de ser completo debe incluir esa sección, como ocurre en periódicos (importantes) de otros países. De lo contrario, se está ante un periódico mutilado, falto, inmaduro. No se está a la altura. Doy ejemplos: "Cultura" es una sección del periódico El País, de España; del argentino La Nación; del colombiano El Tiempo; del mexicano El Universal.

Mi hipótesis es que la "Cultura" de LPG se está quedando chica, por ello es tan fácil prescindir de ella cuando faltan el papel o la tinta. (Estoy segura de que el acontecer cultural da para la sección diaria, si no véase "Cultura & Sociedad" de El Diario de Hoy.) Para la sección, lo cultural sigue siendo, como en el siglo antepasado, lo que distingue a las élites de las masas, un elemento decorativo, aderezo de lo cotidiano: las expresiones que "enaltecen" el espíritu como el teatro, la ópera, la literatura, la pintura, la escultura, etc. El entretenimiento de los aburridos, dirían algunos.

Lo que no toma en cuenta LPG es que desde hace ratos la cultura se democratizó y no se produce solo a mano en talleres de artistas, sino también a máquina, de manera industrial y con tecnología de punta. La cultura no está solo en los museos y los teatros, sino en las calles y los centros comerciales. Cultura es la producción cinematográfica, la música de todo tipo, la fotografía, la publicidad, la internet, los grafitis, los conciertos, la moda y más. Mucho de lo que LPG incluye en las otras secciones aledañas a la intermitente "Cultura".

Por último quiero decir que aunque la mayoría de las notas de "Cultura" lo dejan a uno con cierto déficit, ya de información, ya de crítica, extraño la página para mantenerme al tanto de lo que ocurre en el llamado "ámbito cultural". Por favor no la hagan desaparecer por arte de magia y sin decir "agua va" un día cualquiera de la semana. Avisen... para que me suscriba al "Dioy".

jueves, junio 12, 2008

Volver a leer El asco


Miguel Huezo Mixco

Pocas obras han causado en El Salvador tanto magnetismo y, a la vez, tanta repulsión como “El asco”. Esta breve obra de Horacio Castellanos Moya, publicada en 1997, fustiga sin piedad a los principales personajes que emergieron en el mundo salvadoreño de la posguerra: a los frívolos asesinos, a los políticos, también a algunos respetados íconos nacionales de la literatura, a los arribistas y a quienes, bien escondidos en la profunda retaguardia de su poder, alentaron con su pluma la carnicería del conflicto armado salvadoreño.

Vista una década después de su publicación, es necesario insistir en que esa novela plasmó la frustración de la posguerra salvadoreña. La virtud del texto reside precisamente en darle un “cuerpo literario” y convertir en una ficción las amargas expresiones de desencanto hacia el país de finales del siglo XX.

Si recordamos los hechos, cuando Horacio publicó su novela no sólo había comenzado a detenerse el flujo de retorno al país de muchos migrantes llenos de esperanzas por el fin de la guerra, sino que se estaba produciendo una corriente de salida todavía mucho mayor que convirtió a los salvadoreños en una “inmensa minoría” de por lo menos dos millones de personas dentro de Estados Unidos. Los éxitos del modelo económico implementado a partir de 1989 por el primer gobierno de ARENA habían comenzado a pasar del triunfalismo al estupor, la curva del subempleo comenzaba a convertirse en una cima cada vez más difícil de remontar y la violencia social alcanzaba las dimensiones de una epidemia.

“El asco” fue, como escribí cuando recién se publicaba, la amarga síntesis de una época. Muy poco ha cambiado en El Salvador desde la publicación de “El asco”. La nueva contienda política ya ha puesto en marcha las maquinarias del lenguaje destinadas a corromper hasta el aire que respiramos. Basta con abrir los diarios. Si bien no tienen la virulencia de los años del periodo bélico, los deseos de revancha, la baja autoestima nacional, la exaltación del nacionalismo como tópico principal de la esfera pública, la transformación de la información en propaganda y de la propaganda en verdades incontestables siguen desencantando a miles de personas, especialmente a los jóvenes que prefieren lanzarse a los peligros de cruzar los desiertos del norte para ir a trabajar, mientras se lee que aquí todo va bien, y que todo iría mejor si no fuera por los criticones.

Con todo, la obra tiene su asiento en la esencia del personaje, el migrante Edgardo Vega, un salvadoreño común y corriente que probó otras mieles, y que reacciona con una mueca de burla y desdén hacia el país a donde ha vuelto. Algunos de esos ataques se lanzan, por eso mismo, hacia tópicos sagrados de la salvadoreñidad que el personaje desprecia. Esos ataques son los que han provocado las reacciones más enconadas en El Salvador, al punto que algunos han sugerido que el libro es una lectura nociva para la juventud.

Pero el mecanismo oculto del monólogo de Vega no es tanto el evidente asco que siente hacia la sociedad de sus orígenes, sino la revelación de su propia intolerancia. Una intolerancia que, si volteamos la página hacia la realidad del país allí representado, alentó persecuciones y produjo homicidios. Hijo y protagonista de su sociedad y de su tiempo, aquel personaje no parece enterarse de que él mismo resulta ser parte de toda esa basura que detesta. Ese es el espejo terrible de la obra. En esto reside, en parte, algunas de las contrariedades que despierta.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 12 de junio de 2008)

¿Qué significa "talpajocote"?

María Tenorio

Las palabras son signos de algo que no vemos ni escuchamos: su significado. Cuando nos enfrentamos por primera vez a una palabra, si el contexto no nos da pistas para construirle o atribuirle significado, nos quedamos --como se dice coloquialmente-- en la luna.

¿Será usted de los que se quedó en la luna cuando leyó el nombre de este blog? Si es así, le invito a que siga leyendo para que desentrañe el significado de la palabra "talpajocote". Permítame, para ello, que le cuente una anécdota.

Hace unos días un amigo me reveló su hipótesis sobre el significado de "talpajocote". Según él, los propietarios de este blog, a la usanza de Diego y Frida, habríamos compuesto la palabra a partir de dos vocablos que nos daríamos como apelativos cariñosos, talpa y jocote. Nada que ver. (Por cierto, yo no sabía que estos personajes tuviesen un nombre compuesto de sus sobrenombres y por más que he buscado en internet no he encontrado información al respecto.)

Eso me dijo mi amigo cuando, después de almorzar, le pasé un bol con mamones (fruta de nombre científico Melicoccus bijugatus) y le pregunté, ¿te gustan los talpajocotes? La expresión opaca de su cara me hizo ver que no sabía por qué yo nombraba esa frutita con la palabra en cuestión. Entonces le expliqué que en la ciudad de Santa Ana les dicen talpajocotes a los mamones o mamoncillos. Los que le pasé a mi amigo puede verlos usted en la foto.


La palabrita aparece en el Diccionario de salvadoreñismos de Matías Romero definida simplemente como "mamón". El Diccionario de la lengua española de la Real Academia todavía no registra el término que, según me he dado cuenta, más que un salvadoreñismo es un santanequismo, desconocido para quienes no son familiares con el habla de Santa Ana.

¿Por qué el blog se llama Talpajocote?, preguntará usted. Le contaré otra historia. En agosto del 2005, quien escribe abrió un blog familiar, dedicado a la parentela materna, de origen santaneco. En el momento de crear el blog, busqué una palabra fácil de recordar para los primos y, al mismo tiempo, no muy común para que nadie en Blogger la hubiese tomado. Se me ocurrió "talpajocote". Mi tía la usaba con frecuencia para referirse al color salmón o colo piel. Me pareció simpático el nombre, como de anécdotas y fotos graciosas anticipaba yo construir el blog.

El uso privado, familiar, que tuvo Talpajocote se agotó en poco tiempo; pero el dominio --el espacio virtual y la dirección en internet-- permaneció vivo. Cuando, el año pasado, Miguel y yo tomamos fotos del Hotel de Montaña, en el Cerro Verde, pensamos que su columna sobre el mismo tema en el periódico se vería enriquecida con las imágenes. Estas se podrían colgar en el ciberespacio, junto al texto del hotel sin suerte. Entonces yo recordé Talpajocote. Lo revivimos juntos y le hemos dado la cara pública que usted esta viendo hoy.

En fin, ahora ya sabe. Cuando escuche a alguien diciendo que quiere pintar la casa de color talpita o que fulana andaba con un vestido talpa en la fiesta, sabrá, al menos, dos cosas: una, que se refiere al color mamón o salmón; y dos, que esa persona es de Santa Ana o tiene ascendencia santaneca. La próxima vez que se coma un talpajocote no se vaya a ahogar con la semilla.

jueves, junio 05, 2008

Sobre fronteras y migraciones


Dé clic sobre la imagen para ampliar la invitación

Del lunes 9 al viernes 13 de junio, a las 6:30 de la tarde, se hablará sobre fronteras, divisiones y migraciones en el Centro Cultural de España (av. La Reforma, col. San Benito, San Salvador). Tod@s son bienvenid@s.

El ciclo de conferencias FRONTERAS (IN)FRANQUEABLES reúne a personas de distintos países que han vivido en carne propia el cruce de fronteras o que han realizado exploraciones sobre el tema desde la fotografía, la cartografía, la política, los medios de comunicación y los estudios culturales.

El objetivo de las conferencias es reflexionar sobre el significado --o la insignificancia-- de las fronteras en el siglo XXI. Para una sociedad transnacional como la salvadoreña, caracterizada por las migraciones constantes hacia el norte y otros destinos, el tema de las fronteras reviste particular importancia.

He aquí el programa:

FRONTERAS (IN)FRANQUEABLES
Coordina: Miguel Huezo Mixco

Lunes 9 de junio, 18:30 horas
Fronteras (In)franqueables
Con Abelardo Morales (Costa Rica) y Catherine Andrade-Eekhoff (EEUU)

Martes 10 de junio, 18:30 horas
Vivir en la frontera
Con Pablo Vila (Argentina) y Amparo Marroquín (El Salvador)

Miércoles 11 de junio, 18:30 horas
Las fronteras como proyecto cultural y de vida
Brett Honeycutt (EE.UU) y Reina Isabeth Hernández (El Salvador)

Jueves 12 de junio, 18:30 horas
Nuevas fronteras
Abril Trigo (Uruguay) y María Tenorio (El Salvador)

Viernes 13 de junio, 18:30 horas
Fronteras centroamericanas
Pedro Caldentey (España) y Carlos Cañas Dinarte (El Salvador)

Vínculo al Centro Cultural de España