miércoles, marzo 18, 2009

De turcos, mantenidas y oficios domésticos

María Tenorio

"Necesito un turco", concluyó esta tía luego de discurrir sobre las dificultades para insertarse en el mercado laboral, con cincuenta y tantos años de edad, los últimos dedicados al comercio informal. Hablábamos con ella sobre mujeres más jóvenes que se dedican a ir al gimnasio, tomar café en esta o aquella casa, y pasar en la vagancia, mientras las niñeras les cuidan a la prole y los maridos se ocupan en sus oficinas o empresas. "No hacen nada", me dijo cuando le pregunté qué hacían la fulana o la sutana, a quienes conocí en el colegio. Y entonces tomó forma el espejismo del marido echador de riata, que provee el hogar y mantiene a la mujer, el turco. "Ay, niña, es que la aquella está casada con un turco, de esos que tienen la filosofía de que el papel de las mujeres es gastarse el pisto que ellos se ganan en sus negocios. Uno así necesito yo".

Intenté argumentar mi rechazo a la posición de la mujer mantenida, animando a mi interlocutora a perseguir la autosuficiencia económica, diciendo que siempre "quien paga los músicos, escoge las canciones". Es decir, que los maridos no mantienen a sus esposas de gratis. Por muy sutiles que sean, siempre hay mecanismos de control de los hombres proveedores. Y control es dominación. Poder sobre el cuerpo y sobre el alma. Pero a esta tía poco le importaban esas consideraciones "banales". A su edad, encontrar al "turco" es un verdadero sueño de cuento de hadas, la versión reloaded del príncipe azul que llega en el BMW blanco. Too good to become true.

Me quedé pensando en mi rechazo a este tipo de relaciones de pareja. No me cuadra la idea de hombre proveedor/mujer mantenida. Me resulta anacrónica e inaceptable. De repente me sentí muy intransigente al respecto. Pensé que sería porque no tengo hijos que cuidar. Seguí dándoles vueltas y, además de indagar en las razones de mi rechazo, he visto que mi postura reproduce prejuicios muy arraigados en nosotros, hombres y mujeres. A ver si me explico.

"No hago nada". Eso dicen muchas mujeres que permanecen en sus casas, ocupadas en los oficios domésticos o dirigiendo a las empleadas que los realizan. Esa expresión aparentemente tan inofensiva entraña una desvaloración del trabajo doméstico. En primer lugar hay que afirmar que es "trabajo". En segundo, que se trata de tareas imprescindibles para la reproducción de la sociedad: para que los maridos y los hijos y las hijas vayan al trabajo bañados y desayunados, para que haya cena que comer, para que la ropa esté limpia y lista para ser usada. Estos oficios son labores delegables en terceras personas (empleados de servicio doméstico), y caen en la categoría económica de trabajo doméstico no remunerado o trabajo reproductivo.

Históricamente, las sociedades han encargado a las mujeres de estas tareas. Para obligarlas a permanecer en casa, se han puesto a funcionar múltiples mecanismos culturales, haciéndolos parecer naturales para que la aceptación del rol doméstico femenino caiga por su propio peso. "La mujer debe cuidar a los hijos, porque ella es quien los amamanta". "El lugar de las mujeres es la cocina". "Es peligroso que una mujer sola ande en la calle". "Las mujeres son más limpias y ordenadas". Como ese tipo de trabajo lo hacen compañeras e hijas sin percibir ganancia, carece de valor monetario y, por ende, se construye socialmente como desvalorizado. Cuando se delega en una tercera persona, la remuneración es de las más bajas del mercado laboral, sin mencionar que carece de cobertura de seguridad social.

Ahora bien, en cuanto a mi intolerancia de la dupla proveedor/mantenida, lo que no me parece es que la mujer sea la destinada a permanecer en casa, haciendo mucho, poco o nada, mientras el hombre debe salir. Menos aún me parece que los espacios estén repartidos de antemano. Soy de las que creen, esquemáticamente quizás, que trabajar por una remuneración es liberador. O que todos, hombres y mujeres, deberíamos tener opción de salir a laborar o de hacer las tareas domésticas. De ahí paso a que ganar dinero, da poder: poder de elegir en el tiempo y en el espacio. Y conseguirse un marido turco, cree aquella tía, le daría eso.

3 comentarios:

  1. La mentalidad de la sociedad evoluciona pero aún siguen quedando lagunas muy grandes...

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  2. Luego de leer lo que Doña María nos tenía para esta edición de Talpajocote....confieso que logró sacarme varias sonrisas de tan solo imaginarme las caras que hacía mientras escuchaba a su tía...y recordé como en cuarto grado en la clase de matemáticas tenía que resolver un problema que iniciaba: "en una finca hay 10 campesinos que trabajan la tierra y sus mujeres les cocinan para que estén más fuertes, si cada uno de estos campesinos recolecta 45 quintales cada día , ¿cuántos recolecta en la semana?.....el problema lo resolví rapidísimo...pero al regresar a mi casa ...con mis problemas de matemáticas resueltos le dije a mi abuela cuando comíamos ..yo en el campo no quiero vivir porque solo cocinando pasan las mujeres!!!!...varios años más adelante me dijeron que ese tipo de problemas de matemáticas que eso no se trataba más de un cv oculto en mi educación...uhhhh!! que bueno que los tiempos van cambiando y mis sobrinitos ya resuelven sus problemas de matemáticas sin tanto cv oculto!!! pero aún falta camino por recorrer!!!!

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  3. María y Miguel:

    Aprovecho para felicitarles por su constancia y fresco contenido en su blogs.
    Saludarlos afectosamente y aprovechar para informarles de mi nuevo sitio web: www.romeogaldamez.net
    para que me hagan el favor de actualizarlo en su respectivo enlace.

    Fraternalmente.

    Romeo Galdámez

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