miércoles, julio 22, 2009

Matar el tiempo en Panamá

Miguel Huezo Mixco

En realidad no vine de paseo sino a trabajar, un viaje relámpago en avión, con lo que odio volar con las rodillas pegadas al asiento de adelante, ya no se diga ir a esos minúsculos baños, en fin, pero el trabajo es lo primero, decía mi padre y aquí voy.

La jornada fue en un hotel ubicado en la Ciudad del Saber, la zona revertida, donde los gringos eran amos y señores, enfrente de mi cuarto, imagínense, el sueño de Ferdinand de Lesseps, el Canal de Panamá, la esclusa Miraflores, me di cuenta hasta la noche cuando volví a la habitación, yo escribí una vez un libro de viajes y vine hasta el Canal, yo era un melancólico capitán, pero esa es otra historia.

El punto es que estoy detrás de la ventana del Holliday Inn a medianoche, he vuelto de sorber fideos con Eneiza y Peter, hablar de la política centroamericana me ha espantado el sueño, y en eso aparece un barco inmenso, leo su nombre, es el “Circe”, lo vi pasar por el puerto de Saint-Nazaire, luego en Veracruz, y aquí está otra vez, siento la sal de aquellos mares, mi mujer me saluda con un pañuelo desde la ventanilla del Skype, qué alegría no estar en alta mar.

Llega el día siguiente, la sesión termina después del mediodía, hay que desalojar las habitaciones, bajo al mostrador, alquilo un locker, meto la maleta y el ordenador, son apenas las dos, mi vuelo sale a las once y veinte de la noche, toda una vida por delante.

Pido un taxi, “a la esclusa de Miraflores”, le digo, y aquí voy mirando las oficinas de los gringos, las residencias, los árboles, las ciénagas, habrá monos, pájaros, boas, caimanes, Panamá es soberana dice un rótulo oxidado con la cara de Torrijos, me resulta inevitable evocar a mi amigo Cendrars y a sus siete tíos, ahora que lo recuerdo me olvidé de Dalton, “los que ampliaron el Canal de Panamá”, así es de injusta la memoria.

Vuelvo al taxi, el policía negro de dos metros como sacado de una foto de Sandra Eleta me hace un remedo de saludo militar, todavía es temprano y para matar el tiempo, es un decir, me voy a un “mall”, el Albrook, que es doce veces más grande que Multiplaza y tiene una pobre librería con saldos y best-sellers, como las librerías salvadoreñas, que frustración, vagabundeo entre aparatos electrónicos y perfumerías, miro la hora, “al hotel por mis cosas y luego al aeropuerto”, le ordeno a don Abel, el taxista, para entonces ya somos amigos.

La autopista bordea la playa, los rascacielos se reflejan en el mar, Abel me señala el sitio donde los barcos salen al mar después de trasponer el Canal, él soñaba con ser un diestro, un piloto del Canal, me dice, los marines llegaron a La Chorrera, donde él vivía, o vive, buscando desertores de la Guardia para enjaularlos en la Zona del Canal, escucho un ruido ensordecedor, llegamos al aeropuerto de Tocumén, miro los aviones, con lo que detesto subir en esos trastos, tardamos un mundo en llegar, se excusa, no sentí el tiempo Abel, le digo, sacando mi billetera.

Se puede saber qué lo trajo a Panamá, me dice metiendo en su bolsillo los billetes arrugados, un viaje de trabajo, le digo, el tiempo es un relámpago, señor fue un gusto, ¿por cuánto tiempo vino?, pregunta con aprendida cortesía, un siglo, quizás un poco más, respondo y le digo adiós.

Foto: Sandra Eleta, Portobello

Sobre el Canal de Panamá

(Publicado en La Prensa Gráfica, 23 de julio, 2009)

Un bloguero excepcional

María Tenorio

Las elecciones de enero y marzo lo hicieron interesarse en la política; y el supuesto suicidio del arenero Adolfo Tórrez el pasado abril lo impulsó a montar un blog para expresar sus opiniones en público. Tiene doce años, se llama Héctor Silva Hernández y tiene tres meses de haberse convertido en el bloguero más joven de El Salvador, que escribe sobre política.

No, no es ese el tono con que quiero escribir. Quiero contarles cuál ha sido mi recepción del sitio web de Héctor Raúl –así lo conozco yo, aunque ese no sea su nombre público-- que visité por primera vez hace apenas unos días.

Mi primera reacción, lo confieso, fue no solo de sorpresa sino de cierta irritación. ¡¿Qué hace un niño hablando de política?! No me parece un comportamiento adecuado, acorde a su edad, bla bla bla. Debería estar jugando Nintendo. Estar pateando una pelota con otros niños en su cuadra. O leyendo a Harry Potter. Pero, ¿hablando de Mel Zelaya o de la acefalía de la Corte Suprema de Justicia?

Este niño estaba penetrando en territorio adulto, con precocidad amenazante, ejerciendo saberes y capacidades que otros tardamos en adquirir. Me dije. Héctor Raúl, como cualquier ciudadano con acceso a una computadora conectada al Internet, había abierto un blog gratuito y colgado sus notas. Lo que hace Neto Rivas, el blogstarr político. Lo que hacen Elena Salamanca y Élmer Menjívar, mis amigos “post-etas”. Lo que hacemos Miguel y yo con este Talpajocote. Escribir sus cosas y pedirles a otros que las lean. Y eso qué tiene de malo.

Entonces, con cierta humildad, entré en la segunda fase, la de admiración. Se me ocurrió que sería buena idea entrevistar a Héctor Raúl, que me contara de primera mano sobre su experiencia como bloguero. El viernes 17 de julio nos reunimos a platicar y me contó que le apasiona la política, que concibe su blog como un espacio de opinión, no de información y que decidió abrirlo porque ni los analistas políticos ni los diputados expresan lo que opinan los jóvenes.

Me contó que luego de ver el blog de Élmer, El inútil de la familia, e impulsado por el deseo de comentar sobre el deceso de Tórrez, abrió una cuenta en Blogger y colgó su primera nota en el blog que identifica con sus iniciales, H. S. Desde entonces ha venido publicando "columnas" semanalmente o, si los sucesos lo ameritan, con mayor frecuencia.

Me contó que no le gusta leer los periódicos (de papel) porque la información que contienen, para él, ya está desfasada. A él le gusta saber lo que ocurre en el momento mismo, por eso pasa pendiente de los sitios web de los periódicos, que se actualizan varias veces durante la jornada. Al haber crecido en una familia de periodistas y políticos, dice que tiene amigos en ambos gremios. Con ellos comenta sobre las noticias para formarse su propia opinión.

Me contó que arma su blog él solo. Le da a leer sus notas antes a un amigo de su edad, Erick Romero, también aficionado a la política. Además tiene a cuatro colaboradores periodistas (adultos). En cuanto a sus lectores, dice que se ha llevado sorpresas. Recibió una felicitación del ex ministro de Turismo, Rubén Rochi, por un texto que escribió sobre los logros del gobierno arenero. Lo leen sus compañeros del colegio. Recibe correos de periodistas. Miguel se convirtió en su seguidor.

Me contó que usa las redes sociales Facebook, Twitter y Messenger para avisar cada vez que actualiza el blog. Además ha activado el servicio de Google Analytics para chequear el tráfico del sitio. Dice que también ha recurrido, varias veces, al envió de correos electrónicos para presentar su blog. Uno de esos fue el que terminó llegándome a mí. Al final de nuestra entrevista, y antes de la sesión de fotografía, me preguntó si en mi nota pondría el enlace a su blog. Aquí se los dejo para que exploren el sitio y conozcan a este bloguero de excepción.


http://www.hsilvaa.blogspot.com/

martes, julio 14, 2009

El Salvador, migraciones y crisis de identidad









Imagen de la portada
: Walterio Iraheta/ Diseño: Contracorriente editores/ Editor: Centro Cultural de España en El Salvador

Leerlo en línea: haga click aquí


¿De qué trata este libro?

Este libro destaca algo que pareciera evidente pero que sigue siendo ignorado: que la cultura ha sido en los últimos 25 años uno de los pilares para el sostenimiento económico y emocional del país, para bien y para mal. Los principales protagonistas de ese proceso han sido la población migrante salvadoreña y sus familias.

Plantea que el país necesita configurar un proyecto de nación: un “nuevo nosotros”, sin excluidos ni expulsados. Este proyecto tendrá más posibilidades de éxito si en él participan las comunidades salvadoreñas en el exterior que, a pesar de su importancia económica y social, siguen siendo excluidas del ejercicio pleno de sus derechos políticos en su país de origen. En todo ese proceso, la cultura está llamada a tener un papel central no solo en el fortalecimiento del sentido de identidad y pertenencia, sino también en la obtención de mayor prosperidad material.

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El libro forma parte del proyecto Mirando al Sur, de AECID, y fue publicado por el Centro Cultural de España en El Salvador, dirigido por Juan Sánchez.

miércoles, julio 08, 2009

Clarice Lispector. Una historia complicada

Miguel Huezo Mixco

La felicidad es una actividad clandestina. La idea no es mía, sino de Clarice. La historia de Clarice es aparentemente simple: nació en Ucrania y emigró con sus padres a Brasil cuando era una bebé con un apellido de apariencia equívoco: Lispector. Ese era su nombre: Clarice Lispector. Escritora. Pero no es su historia la que voy a contarles sino otra, salida de su libro “Donde estuviste de noche” (1974).

Es una complicada historia de amantes revuelta con infelicidad. Comencemos por la mujer del médico. No sabemos su nombre, solo que era la amante de un hombre rico que usaba un alfiler en su corbata, y que ella colgaba una toalla blanca en la ventana para indicarle al amante, que podía entrar.

Y luego está el médico, que cuidó con devoción a la hija del amante de su mujer. La hija del hombre que se cogía a su mujer se llamaba Jandira; tenía 17 años y era fogosa, de ojos y cabellos hermosos. Lo de los ojos hermosos no lo cuenta Clarice, es de mi cosecha. Porque no pude imaginármela de otra manera cuando, leyendo el cuento, me enteré de su tragedia.

Jandira tuvo una gangrena. El cuento no dice cómo enfermó. Pero eso no importa. El asunto es que tuvieron que amputarla. Aquí aparece el cuarto personaje: su novio. Este miró a Jandira con muletas, colmada de una alegría patética que aquel no alcanzó a mirar, y simplemente la cortó. “Novia desfigurada no quería”.

Cuenta Clarice que todos, hasta la sufrida madre de la muchacha, le imploraron al novio que fingiera amarla, lo que no sería tan penoso —le dijeron— pues la novia tenía los días contados. Y en efecto: tres meses más tarde, con los hermosos ojos que yo le he atribuido, extrañando al novio y asustada con la muerte como niña que tiene miedo a la oscuridad (así la describe Clarice, en un párrafo inolvidable), la jovencita murió.

La historia se complica. El novio, de apellido Bastos, cuando todavía era el novio de la hija del hombre que era la amante del médico que la atendió, tenía una mujer. No sé si me explico. Es un enredo. A mí me costó entenderla, pero ese es el estilo de Clarice. La mujer tenía celos de Bastos. Nunca sabemos porqué. Tampoco importa. Una noche, mientras aquel dormía, le deslizó un hilo de agua hirviendo dentro del oído. Antes de desmayarse, Bastos sólo tuvo tiempo de dar un grito que podemos adivinar debió ser horrible. Casi muere, pero no murió.

Ella cumplió una breve condena en la cárcel y al salir, no se imaginan, Bastos y la mujer volvieron a estar juntos. El amor, quién lo entiende. Para entonces, Jandira ya había muerto, hace tiempos, lo cual nos trae a cuentas al médico que la cuidó. Ahora sabemos que este siempre supo que su mujer era amante del padre de la niña. Y que también lo sabía su mujer. Digo, la esposa del hombre de corbata con alfiler. Pero nunca le dijo nada, pues este –dice Clarice-- era rico y la gente respeta y halaga mucho a los triunfadores.

No sé qué destino tuvo toda esta gente, concluye diciendo Clarice. Y añade: “¿Qué hacer con esta historia? Tampoco lo sé, la doy de regalo a quien la quiera, pues estoy harta de ella”. No me reprochen esta manera de terminar la historia. “Todo lo que escribí es verdad y existe”, dijo una vez. Es el estilo de Clarice.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 9 julio 2009)

Silencio y ruido de Clarice Lispector

María Tenorio

Tengo a la mano una impresión anillada del libro Silencio de Clarice Lispector, descargado de la web. Recurro a las fotocopias cuando las librerías no cuentan con títulos que me interesa leer. Este lo puse en papel para mis alumnos de literatura. Ninguno de ellos había jamás oído el nombre de Clarice ni de ninguna de sus obras. Me cupo el honor de presentarles a esta mujer que en cada foto luce como una persona distinta y que escribe de una manera que incluso ahora, treinta y dos años después de su muerte, sigue sorprendiendo.

La Lispector es reconocida como la gran renovadora de las letras brasileñas que, debido a las distancias que impone la lengua, es poco conocida en nuestro universo cultural hispanoparlante. A estas alturas aun no ha sido traducida al español su obra narrativa completa. Ella incursionó en temas urbanos, desde su particular mirada, cuando sus compatriotas y el resto de latinoamericanos --la mayoría hombres-- escribían sobre el mundo rural, selvático, natural. Es "un signo de modernidad", dice la traductora de Silencio, Cristina Peri Rossi, que en la literatura de Clarice no importa tanto el tema como la percepción del mismo. Su obra es profundamente personal y extraña, con frecuencia autoreflexiva. Para muestra "Un caso complicado", el cuento que comenta Miguel en esta edición de Talpajocote.

Conocí a la Lispector hace algunos años con La hora de la estrella, novela que publicó unos meses antes de morir, en 1977. Es el relato de las dificultades para escribir una historia aparentemente intrascendente, pero muy triste. Un hombre llamado Rodrigo, alter ego de Clarice, narra lo que (se) le ocurre al intentar escribir el fatídico final de Macabea, una pobre nordestina de oscura existencia que muere atropellada por un Mercedes en una calle de Río de Janeiro. Me gustó encontrarme con un texto que hace consciente el momento creador y productor del mismo: ¿qué pasa mientras un escritor escribe? Sobre eso elabora La hora de la estrella.

No les voy a hacer un recuento aquí de lo que publicó la Lispector, en su mayoría cuentos y novelas. Pero les dejo un resumen de lo que dice, sobre su vida, la a menudos desigual pero al final inigualable Wikipedia. La brasileña, de origen ucraniano, nació en 1920 y falleció a los cincuenta y siete años debido a un cáncer en el ovario. Once años antes de su muerte se quedó dormida con un cigarrillo encendido, se quemó la mano derecha y estuvo a punto de perderla. Antes de ese suceso que le dejó secuelas depresivas, había estado casada con un diplomático y había tenido dos hijos. Además de escritora de ficción fue periodista y conferencista y en su juventud estudió la carrera de Derecho. Aunque nació en Ucrania, llegó a Brasil muy chiquita y siempre se consideró brasileña.

Por si acaso les interesa explorar a la Lispector, les recomiendo el primer enlace que dejo a continuación, el cuento "Ruido de pasos", posteado por un colega de la blogósfera.

Enlaces de escritos de Lispector en castellano

Ruido de pasos (cuento)
La hora de la estrella (novela, breve fragmento)
Lazos de familia (cuentos)
Silencio (antología de cuentos)
Otros cuentos