miércoles, junio 09, 2010

Mudanza

María Tenorio

Lo primero, me dijo la Oma, es trasladar los dormitorios y la cocina. A esa lista mínima yo agregaría el comedor, pero eso es lo más fácil de todo: colocar las sillas alrededor de la mesa, cuidando de no dejar cajas que obstaculicen el lugar. En los cuartos hay que tener claro dónde va la cama, que opera como centro de gravedad de los demás muebles, tales como mesitas de noche, gavetero, ya ustedes saben. La cocina suele tener un espacio dedicado a la estufa y otro a la refrigeradora, lo cual ahorra una decisión de las muchas que se toman.

Las cosas menudas son las que dan más trabajo en la mudanza, pero aquí también hay consejos familiares que valen. La ropa de colgar se traslada en ganchos, en el baúl o asiento trasero del carro, sobre un cobertor o tela limpia; la de doblar, en maletines, cajas o incluso en bolsas de basura dobles. Los implementos de cocinar, de servir y de limpieza, sin envolver en papel periódico, se transportan en huacales o javas, listos para vaciarse al llegar a destino. Hay que hacer excepción de picheles de vidrio, donde la prensa escrita puede ser de utilidad.

La ubicación de lo pequeño (hablo aquí de lo utilitario, pues aun no hemos llegado a lo estético), en particular lo de cocina, puede tomar más tiempo del esperado si los espacios de destino resultan insuficientes o más limitados que los de procedencia. Entonces la colocación de ollas, platos, vasos y tópers, además de especies, galletas, cereales y latas, se vuelve una especie de dejá vu múltiple digno de un cuento de Cortázar.

El proceso apenas arranca con esos espacios básicos, a los que uniría luego el baño y el área del servicio. La posibilidad de limpiar los cuerpos y los cuartos es crucial para convertir la casa en un sitio habitable, de olores controlados y suciedades eliminadas. Y que no se me escape: los útiles de limpieza deben estar a la mano desde un inicio, ya que se vuelven de uso frecuente en las primeras horas o días en la nueva residencia.

Un par de jornadas de trabajo dedicado a la mudanza habrán transcurrido cuando lleguemos al estudio, la sala y la terraza. La organización del primer sitio requiere de muchas horas: la colocación de los libros en los estantes puede resultar divertida, no así la de carpetas, documentos anillados y, mucho menos, la de papeles sueltos ni otras pequeñeces inclasificables. El cuestionamiento de por qué guardamos tantas cosas ha surgido ya antes, pero en este espacio tiende a volverse repetitiva.

Todo va encontrando su lugar con nuestra ayuda y a costa de nuestro cansancio. Los cuadros y los adornos demandan no solo gusto y medida, sino capacidad de negociación con la media naranja. El metro del carpintero es un buen compañero en estas faenas de mudanza; asimismo son indispensables el martillo y los clavos. Una buena recomendación es sujetar el clavo con una tenaza para evitar triturarse los dedos.

Al final de todo, siempre habrá alguna caja mal puesta o algún objeto que ya no cabe en ningún lado. Ante esta realidad hay que mantener la calma. Los ejercicios de respiración pueden ser un buen aliado en el proceso de mudanza.

Ilustración: “Mudándose al palacio del Elíseo” (1913) de Raymond Poincare (1st Art Gallery)

1 comentario:

  1. También es un buen momento para soltar cosas que venimos cargando. Dejar las maletas más livianas, pues. Amigos muy queridos y nómadas me han dicho que lo mejor es tener justo lo que quepa en dos maletas. Se conoce que no hablan de casas completas y mucho menos de los universos que caben en las bibliotecas!

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