miércoles, octubre 27, 2010

El Bicentenario ¿Algo que celebrar?

Miguel Huezo Mixco

La historia oficial describe los hechos del 5 de noviembre de 1811 en San Salvador como una insurrección. En derredor a aquella fecha, en una conjunción de diversos tipos de descontento, barrios enteros de la ciudad junto con ciudadanos prominentes, se amotinaron contra la autoridad constituida. Aquellos hechos se consideran el inicio del proceso de Independencia de España. Las autoridades nacionales y locales se aprestan para celebrar, en 2011, los 200 años de aquel suceso. ¿Tiene algo que celebrar un país fragmentado que no es capaz de pagar ni sus propias cuentas?

La primera vez que escuché que el país se aprestaba a celebrar en el 2011 su Bicentenario, junto con Venezuela y Paraguay, fue en CNN en Español. Como todos sabemos, la Independencia centroamericana tuvo lugar en septiembre de 1821. De inmediato me puse a escribirle un correo electrónico a Claudia Palacios, presentadora y conductora, a quien había conocido unos meses atrás en Tijuana, México, advirtiéndole del grave error en el que estaba incurriendo la poderosa cadena de noticias.

Claudia me respondió que CNN se había limitado a acoger las fechas conmemorativas definidas por los países del Grupo Bicentenario. No había, pues, tal error. Como lo supe más tarde, El Salvador se sumó a la iniciativa de la XVII Cumbre Iberoamericana de 2009, de "conmemorar los bicentenarios de la Independencia de varias naciones iberoamericanas"... y así comenzó la historia.

La Comisión nacional para el Bicentenario, hasta donde sabemos, no cuenta todavía con un plan de acción. De hecho, en el sitio oficial del Grupo Bicentenario si uno pulsa en el botón correspondiente a El Salvador no hay nada que ver. Nadie parece haberse preocupado tampoco por corregir --este sí, un craso error-- la fecha de la Independencia salvadoreña que en ese mismo sitio Web aparece en el año 1823 (!). Esto no tiene otro nombre más que desidia.

Este vacío es un reflejo de otro más grande: el vacío de contenido en torno a la fecha, que amenaza con volver la celebración en un evento improvisado pero abundante en declaraciones y discursos inflamados de patriotismo de ocasión. En una celebración de este tipo lo importante no son tanto las recordaciones y la repetición de los clichés nacionalistas, sino la reflexión seria y responsable sobre el momento que vive nuestra sociedad y la manera en que esta va a resolver la crisis en la que se encuentra.

El Bicentenario debiera ser un momento crucial para conversar sobre lo que hemos hecho bien y también sobre lo que de verdad debemos cambiar y mejorar. Debiera ser aprovechado como la oportunidad de aprender de los acontecimientos y de los hechos pasados. Sin embargo, este no parece ser el caso.

El modo improvisado de acometer una fecha que se ha considerado trascendental para la historia nacional no es muy distinto de la forma en que se abordan los problemas cruciales para el país. Nuestros fracasos económicos, que se han sucedido uno tras otro y llegan hasta nuestros días; la tremenda vulnerabilidad ante los eventos climáticos que dejan secuelas trágicas; la incapacidad para retener a millares de jóvenes que han salido huyendo, como de una peste, para realizar sus sueños; y la inseguridad ciudadana que coloca a El Salvador entre los países más peligrosos del mundo, dibujan la existencia de una crisis que no es solo coyuntural, sino más profunda.

La factura de nuestra incapacidad de integrar un país en torno a metas comunes no la pagarán nuestros nietos. La estamos pagando ya nosotros. El Salvador necesita repensarse culturalmente. Es una tarea que lleva doscientos años de retraso.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 28 octubre 2010)

2 comentarios:

  1. Anónimo9:11 a. m.

    Entonces, por favor, acláreme algo Miguel: repensarnos culturalmente significa en su opinión: ¿Lograr integrar un país en torno a metas comunes? Y el primer paso que deberíamos dar en esa dirección es: ¿Conversar sobre lo que hemos hecho bien y también sobre lo que de verdad debemos cambiar y mejorar? Pero, ¿quienes deben sentarse a conversar y quién los citará?

    El germen de este repensarse debe ser plural, estoy de acuerdo, pero, cómo articularlo y cómo catalizarlo.

    José Vasconcelos mientras fungió, allá por los años 20 del siglo pasado, como ministro de educación en México, y Andre Malraux mientras ocupó del cargo de ministro de asuntos culturales franceses entre 1959 y 1969, tomaron la iniciativa de convocar a diferentes sectores de sus sociedades (claro, los estudiosos que han examinado en retrospectiva sus actuaciones les han adjudicado los sesgos propios en que incurrieron), con el propósito de sacar adelante proyectos culturales sumamente básicos. Lo que algunos admiramos de la cultura mexicana y francesa, en buena medida se debe a lo que estos dos funcionarios impulsaron en su momento.

    Vivimos una época escasa en optimismo, o parafraseando a Kafka, 'donde hay abundancia de optimismo, pero no para ninguno de nosotros'. Dudo que surga, a partir de éste contexto, alguien con el deseo de asumir el reto de configurar las inquietudes que se encuentran dispersas para orientarlas a realizar cosas BASICAS (que a mi juicio no se han hecho en este país, por más flores que se cansen de tirarle al señor Walter Béneke; aunque reconozco sus méritos). Así que le insisto Miguel: ¡¿Cómo 'iniciar' éste proceso?! No le estoy exigiendo que actue como gurú, pero sí que acompañe sus exhortaciones con algo de semántica empírica. Si no, no ayuda mucho. Igual, yo reconozco que tampoco ayudo mucho.

    Por último, y esta parte es la que de verdad me aturde, hay muchos investigadores cuyo prestigio no parece gratuito, que afirman que no hay posibilidad de repensarse culturalmente sin antes hacerlo jurídicamente. Solo el ejercicio pleno de una ciudadanía jurídica permite la construcción del ejercicio de una ciudadanía cultural.

    Si queremos salir adelante, parece que habrá que conversar con MUCHA gente.

    Isura.

    ResponderEliminar
  2. Anónimo9:23 a. m.

    Entonces, por favor, acláreme algo Miguel: repensarnos culturalmente significa en su opinión: ¿Lograr integrar un país en torno a metas comunes? Y el primer paso que deberíamos dar en esa dirección es: ¿Conversar sobre lo que hemos hecho bien y también sobre lo que de verdad debemos cambiar y mejorar? Pero, ¿quienes deben sentarse a conversar y quién los citará?

    El germen de este repensarse debe ser plural, estoy de acuerdo, pero, cómo articularlo y cómo catalizarlo.

    José Vasconcelos mientras fungió, allá por los años 20 del siglo pasado, como ministro de educación en México, y Andre Malraux mientras ocupó del cargo de ministro de asuntos culturales franceses entre 1959 y 1969, tomaron la iniciativa de convocar a diferentes sectores de sus sociedades (claro, los estudiosos que han examinado en retrospectiva sus actuaciones les han adjudicado los sesgos propios en que incurrieron), con el propósito de sacar adelante proyectos culturales sumamente básicos. Lo que algunos admiramos de la cultura mexicana y francesa, en buena medida se debe a lo que estos dos funcionarios impulsaron en su momento.

    Vivimos una época escasa en optimismo, o parafraseando a Kafka, 'donde hay abundancia de optimismo, pero no para ninguno de nosotros'. Dudo que surga, a partir de éste contexto, alguien con el deseo de asumir el reto de configurar las inquietudes que se encuentran dispersas para orientarlas a realizar cosas BASICAS (que a mi juicio no se han hecho en este país, por más flores que se cansen de tirarle al señor Walter Béneke; aunque reconozco sus méritos). Así que le insisto Miguel: ¡¿Cómo 'iniciar' éste proceso?! No le estoy exigiendo que actue como gurú, pero sí que acompañe sus exhortaciones con algo de semántica empírica. Si no, no ayuda mucho. Igual, yo reconozco que tampoco ayudo mucho.

    Por último, y esta parte es la que de verdad me aturde, hay muchos investigadores cuyo prestigio no parece gratuito, que afirman que no hay posibilidad de repensarse culturalmente sin antes hacerlo jurídicamente. Solo el ejercicio pleno de una ciudadanía jurídica permite la construcción del ejercicio de una ciudadanía cultural.

    Si queremos salir adelante, parece que habrá que conversar con MUCHA gente.

    Isura.

    Reenvio mi comentario porque no apareción en mi pantalla el mensaje de que este haya quedado guardado. Paz.

    ResponderEliminar