miércoles, julio 06, 2011

Un país bipolar


Miguel Huezo Mixco

Todavía no termino de entender todo eso del Bicentenario. La parte más visible de la conmemoración, o celebración, que para efectos prácticos es lo mismo, son los documentales y clips sobre episodios históricos, artistas, héroes, leyendas y mitos que se transmiten por televisión.

En general, esas producciones (públicas y privadas) intentan presentar a la salvadoreña como una sociedad moderna y pujante, apegada a sus raíces, satisfecha con su historia... y felizmente apestosa, digo yo. Apestosa a sangre, como bien sabe quien algo haya leído de la historia patria. ¿Por qué siempre hemos rendido culto a la diosa Violencia?

Sobre esto poco o nada se ha dicho en ocasión de los fastos del Bicentenario. Aquí no hay tiempo para reflexionar, ni para pensar. Todo es prisa. Hagan el plan, pongan el logotipo, llamen a los medios. Lo mejor que se ha hecho, hasta ahora, para la divulgación masiva, son los ensayos de Pedro Escalante Arce, que se publican en este diario. Pocos como él están tan convencidos sobre la necesidad de unir el Hoy con el Ayer. No para la erudición, sino para aprender a legislar bien, que tanta falta nos hace.

Los pasados doscientos años han sido una interminable secuencia de conflictos, fusilamientos, matanzas. La cosa no para. El Salvador de nuestros días será recordado como un país con trastorno bipolar, capaz de pasar del frenesí a la depresión, sometido por la violencia y las intrigas de los políticos. Ellos son como el rey, que va desnudo, pero que se imagina recubierto de esplendor.

Nuestra generación hizo la guerra y luego la paz. Pensamos que en esta República comenzaba la Edad de la Razón. Esta misma generación, polarizada y revanchista, puede echarlo todo a perder con dos o tres plumazos.

Dos millones de connacionales han preferido una existencia incierta a malvivir en este país. La sucesión de reveses económicos de los dos últimos siglos, la pobreza y la espeluznante situación de inseguridad ciudadana, nos hacen pensar que El Salvador no es el “manantial de legítima gloria” que describe una olvidada estrofa del himno nacional.

Nuestro pan de cada día son el miedo, los tiros, lágrimas, bolsas negras y ataúdes. Una ojeada al mundo de la violencia --simbólica, doméstica, delincuencial-- basta para reconocer que los salvadoreños no palpitamos como un solo corazón. Que si algo nos falta es tener, al menos, un poco de corazón.

En esta sociedad el orgullo nacional siempre se ha montado sobre los hombros de la ingratitud. Ya les tocará su turno en la tele a Salarrué y a Pancho Lara. A estos poco les faltó para morirse de hambre. “Semos malos”. Pero de eso no hay que acordarse: nada de pesimismo. Los buenos salvadoreños estamos de fiesta. A bailar El carbonero. Que salgan a escena las indias, el pito, la chancleta y el tambor, y dale con el orgullo, y la pujanza... La creatividad fluye en un imparable borbollón, como la sangre de un degollado.

Hace poco más de ochenta años, Manuel Andino, rendido ante el talento de nuestro Toño Salazar --artista de verdad, y no de esos que han hecho de las “redes sociales” su paseo de la fama--, escribió: “¡Llenaos de orgullo y de vergüenza, polvorientos ciudadanos de San Salvador! De entre vosotros, mercaderes, escribientes y politiqueros, ha surgido el genial Toño Salazar, como en sórdido arenal una rara, estupenda flor”.

Arenal y tierra yerma. País de mercaderes y politiqueros: nunca mejor dicho. Lo que recubre el pastel de la celebración de estos doscientos años no es exactamente chocolate.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 7 julio 2011)

Ilustración: De la exposición Lorem Ipsum, de Javier Ramírez/Nadie y Eduardo Chang

3 comentarios:

  1. Anónimo10:54 a. m.

    Estoy muy de acuerdo con usted que somos un país joven pero con una historia muy trágica. A mis 35 años de vida no conozco los tiempos buenos de El Salvador. Nuestro nombre de país no refleja lo que somos como sociedad. Viví en El Salvador rodeado de violencia por la guerra civil. A mi regreso encuentro mi país con la misma violencia que nos expulso a vivir en el extranjero. No somos una sociedad que nos gusta la paz y la tranquilidad. Todo lo queremos arreglar con balas. La realidad nuestra es triste porque aun siendo un país pequeño no podemos trabajar juntos con objetivos comunes. Los dividen las diferencias de cómo vivir en paz. Los dividen los resentimientos, los valores morales, los objetivos comunes etc. Me pregunto si cómo sociedad Salvadoreña tenemos valores comunes. Que es lo que queremos como sociedad y para donde vamos. Gracias por su artículo. Me dio mucho gusto leerlo y interpretar su mensaje.

    Luis Ortega, M.S.
    Academic Advisor/Instructor
    College of Southern Nevada
    Henderson Campus
    702-651-3073
    Fax: 702-651-3512

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  2. Anónimo10:55 a. m.

    Casi siempre leo sus artículos periódicos. Y casi siempre me deleito mucho con cada texto. Hoy he llorado (bueno, lagrimeado) con “Un país bipolar”. Hasta hoy me había resistido a escribirle para felicitarlo por alguno de sus artículos. Sé que no escribe para (o con el fin de) recibir halagos y sé que el mío, de todas formas, valdría poco, en relación con los que usted se merece. A las cabales. Sin adulación. Pero hoy, suelto un tanto el llanto, escribo para agradecerle por poner su cultura al servicio de quienes la necesitamos. Gracias, hombre. ¡Qué bien me hace conocer su opinión!

    Y un breve comentario: me parece que si se escribiera una lista corta (digamos 5 o a lo sumo 10) de las “leyes del bicentenario” (soy abogado, discúlpeme por favor –en este país sin derecho, ser abogado da pena–) tendríamos tantas o más razones para la vergüenza: ley de expropiación de ejidos y tierras comunales; ley de integración monetaria; ley de amnistía; código civil con mujeres e hijos denigrados; leyes de simulación de reforma agraria; leyes de privatización de bancos y empresas estatales; leyes de desactivación de los controles interorgánicos…

    Nunca mejor dicho: “…no es exactamente chocolate”.

    A sus órdenes, Miguel y siga, por favor.



    Fernando M. Galo

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  3. Es cierto que las autoridades "celebran" el bicentenario propagandísticamente, cuando se debería de hacer un análisis del pasado para entender el presente, de mostrar esos pasajes históricos de pasado violento y sus causas, entenderlo y superarlo, discutir como dijo Ortegas la soluciones y visión de país.
    Pero tenemos visión corta, y todos jalan para su lado.

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