jueves, marzo 15, 2012

Guerra de los sexos en el lenguaje


María Tenorio

Hace algunos años, cuando leí El orden del discurso de Michel Foucault, me convencí, con él, de que el lenguaje “por más que en apariencia (...) sea poca cosa” tiene estrecha relación con el deseo y el poder. Es, en sí mismo, “el objeto del deseo” y el “poder del que quiere uno adueñarse”, dice este filósofo francés. Su enorme peso reside no en que revele la realidad, sino en algo más profundo: nuestro lenguaje construye nuestra realidad. Aprehendemos el caos interpretándolo, ordenándolo, jerarquizándolo, poniéndole nombre y atribuyéndole predicados. Así, pues, las palabras que usamos y las maneras en que las ponemos juntas modelan nuestra realidad; ellas cargan con lo que pensamos, con lo que deseamos y con lo que podemos hacer.

No me resulta extraño, entonces, que muchos intelectuales, profesores, escritores y periodistas hayan protagonizado en estos días una verdadera lucha en torno a la posición oficial de la Real Academia Española (RAE) sobre las guías de lenguaje no sexista. Este debate, a mi juicio, pone de manifiesto el deseo y el poder que habitan en el territorio de la lengua y sus usos.

Si no está usted al tanto de la cuestión se la cuento en breve: el pasado 4 de marzo el periódico El País, de España, publicó el artículo Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer, firmado por Ignacio Bosque y suscrito por 26 académicos de la RAE. Bosque argumenta que los usos propugnados por esos manuales (él estudia nueve de ellos, todos españoles) son contrarios tanto al principio de economía que rige en la lengua como a las prácticas usuales de los hablantes. Además, dice que las guías han sido elaboradas, en su mayor parte, sin la participación de lingüistas, por lo que muchas de sus recomendaciones son contrarias a las normas. Arremete, en particular, contra el “desdoblamiento léxico” aconsejado por las guías: preferir “los ciudadanos y las ciudadanas” al tradicional “los ciudadanos”. Como dice el académico: “el rechazo a toda expresión del masculino destinada a abarcar los dos sexos es marcadísimo en las guías”.

Entre las abundantes reacciones, favorables y desfavorables, al artículo de Bosque quiero comentar la de Pedro Álvarez de Miranda, miembro de la RAE y catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid que apoya, como es lógico, la postura de la RAE. Su texto titulado El género no marcadoexplica con elemental claridad un aspecto lingüístico donde, a mi juicio, se pone en evidencia cómo la lengua construye, no de manera neutra ni imparcial, la realidad.

El masculino es, en castellano, el género que se impone “por defecto” o por default. Álvarez de Miranda lo explica así: “Cuando yo construyo una frase en que un adjetivo debe concordar con dos sustantivos, uno masculino y otro femenino, necesito que ese adjetivo (...) vaya en uno de los dos géneros. Uno cualquiera, en principio... Lo que no puede es no ir en ninguno, porque el ‘sistema’, para funcionar, necesita que uno se imponga por defecto”. Así, decimos “Juan y María están cansados de estar casados”. Por defecto, usamos el masculino.

Ahora bien, ese masculino por defecto ha sido y sigue siendo la norma en los campos de la actividad humana con mayor prestigio y poder. No es solamente una cuestión lingüística. La lengua da forma a la realidad. Veamos algunos ejemplos. En el terreno político, el masculino es el género no marcado: la mayor parte de gobernantes y funcionarios de alto rango son hombres; las presidentas, en tanto minoría, son el género marcado. En el gremio médico y en el académico, de forma semejante, el género no marcado es el masculino, la mayoría de médicos y de catedráticos son hombres; las médicas y las catedráticas son, todavía, una minoría.

Las guías de lenguaje no sexista, es cierto, contravienen principios lingüísticos al recomendar los desdoblamientos (las médicas y los médicos) y los circunloquios (las personas que ejercen la medicina) para “visibilizar” a las mujeres en el lenguaje. Una manera de entender la transgresión que proponen es que convierten al masculino --cuando se refiere a personas-- en un género marcado: es decir un género gramatical que alude a los hombres y solamente a ellos, así como el femenino es un género que se refiere a las mujeres y solo a ellas. En esa interpretación, el masculino se igualaría al género gramatical femenino y tendría que emplearse de la misma forma. Entiendo, pues, que al género masculino se le quita su cualidad de ser el género gramatical “por defecto” y eso no es poca cosa. Es el deseo “feminista” de desbancarlo de esa posición de poder: ser el sujeto (gramatical, personal, social, político, económico, etc.) por default.

Quiero concluir diciendo que no soy partidaria de usar  los desdoblamientos ni de los circunloquios: no soy partidaria de “marcar” el género masculino. Sin embargo, pienso que la lucha por la igualdad de derechos y de oportunidades entre mujeres y hombres sigue vigente, y que la forma como nos expresamos al hablar y al escribir no es ajena a esta guerra de los sexos. Es decir, que hay que buscar las maneras de incluir y de no discriminar sin atentar contra la economía del lenguaje. El bombardeo de artículos que han seguido al texto oficial de la RAE es, a mi manera de ver, un ejemplo de ese combate.

Ilustración: "Adán y Eva", de Fernando Botero

miércoles, marzo 14, 2012

Puertas abiertas



Miguel Huezo Mixco

Centroamérica es una ficción. Una hermosa ficción. Existe como un archipiélago arrojado entre los mares del encanto y el desencanto. Dos antologías de poesía y cuento vienen a actualizar aquella ficción tan antigua como un reino. Los libros se presentarán el próximo 21 de marzo en San Salvador, en el Centro Cultural de España, con la presencia de Sergio Ramírez, su compilador.

Los dos volúmenes titulados “Puertos abiertos” (cuento) y “Puertas abiertas” (poesía), fueron publicados por la prestigiosa editorial mexicana Fondo de Cultura Económica (FCE). Los libros fueron lanzados en diciembre del año pasado en un ambiente inmejorable: la Feria Internacional del Libro (FIL), de Guadalajara, el evento editorial más importante en lengua española. Aquel acontecimiento, sin embargo, fue el secreto mejor guardado por los grandes medios de prensa de El Salvador.

El trabajo realizado por Sergio Ramírez ha sido colosal. No solo por el compendioso trabajo de seleccionar y desechar autores, sino también por su capacidad de persuadir al Fondo de lanzarse en una aventura como esta en una región donde cada vez se leen y se compran menos libros y la ignorancia se hace con todo el poder. Luego, por haber urdido una operación editorial, en la que participaron revistas y periódicos de México y España, destinada a abrirle espacio a las voces del istmo a través de la Feria de Guadalajara.

El empeño de Sergio no es nuevo. Con un espíritu mitad zoólogo y mitad “gold digger” el autor de “El reino animal” produjo la “Antología del cuento centroamericano” (1973), obra diversa y dilatada como un bestiario tropical, que comenzaba con Francisco Gavidia y terminaba con Julio Escoto. “Puertos abiertos” y “Puertas abiertas” son una continuación de aquellos afanes.

El mayor atrevimiento de Ramírez es, sin embargo, la ficción de mirar a Centroamérica unida no por la brutalidad de los ejércitos o los mercados, sino por la imaginación. “La literatura”, escribe, “no deja de ser nunca una emanación imaginativa de la realidad”.

Para hacer la selección Ramírez se impuso como criterios, primero, que los autores dieran muestras de calidad literaria, y, segundo, que estuvieran vivos. Inesperadamente, se produjo una injusticia inevitable: dos sobresalientes autores, el poeta Francisco Ruiz Udiel y el narrador Rafael Menjívar Ochoa, fallecieron cuando los libros estaban por irse a la editorial. Ramírez aplicó el segundo criterio con todo rigor. Así, al mapa de la región le faltan esos dos caminos.

Los incluidos son un auténtico batallón de autores, que desfilan a un promedio de diez poetas y narradores, ordenados por país, cronológicamente, de norte a sur. Su tentativa habría sido más audaz si hubiera prescindido de las nomenclaturas nacionales. Los libros suman 916 páginas: 480 de ellas corresponden a los poetas y 436 a los narradores. Allí se agrupan 159 escritores de los cuales únicamente 23 son mujeres. Los mayores son Claribel Alegría y Ernesto Cardenal. Los más cachorros: Javier Alvarado y Mayra Oyuela.

“Puertos abiertos” y “Puertas abiertas” son una muestra de la diversidad creativa de una región que, salvo excepciones, permanece invisible en el mundo de la literatura. Son antologías del siglo XXI que muestran la compleja (in)existencia de la Centroamérica de nuestros días.

Si hubiera una oración cívica a Centroamérica esta tendría que hablar de islas de modernidad asoladas por mares de miseria, de parajes donde malviven fortunas obscenas al lado de una pobreza medieval, y la inteligencia y la pasión al lado de la estupidez y el miedo. De ello nos hablan los poetas y cuentistas reunidos en estas dos antologías.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 14 de marzo de 2012)