miércoles, abril 24, 2013

El laboratorio de Drexler


Miguel Huezo Mixco


El uruguayo Jorge Drexler ha montado su laboratorio: se llama “n”, una aplicación (app) para tabletas y teléfonos inteligentes, donde los usuarios pueden intervenir las canciones del músico y generar infinitas versiones de las mismas. Es una invitación al juego teniendo como pretexto la música y la poesía.


Respetadísimo intérprete y autor. Ana Belén, Víctor Manuel, Pablo Milanés, Miguel Ríos, Ketama, Ana Torroja y Bajofondo Tango Club interpretan sus canciones. El uruguayo ya tiene en la bolsa dos codiciados reconocimientos: un Oscar y un Goya. Al respecto, hay una anécdota inevitable, que quizás lo retrata bien. En 2005, en la ceremonia de los “Academy Award”, los organizadores no le permitieron que cantara "Al otro lado del río", tema de la película Diarios de motocicleta, la pieza triunfadora, aduciendo que no era muy famoso. En lugar de dar el habitual discurso, el desafiante Drexler cantó unas estrofas de la canción.  Años más tarde, en Madrid, cuando tuvo en sus manos el Goya, bromeó diciendo: "Pesa lo mismo que el Óscar".

Los antecedentes de “n” no son difíciles de rastrear. Los músicos recordarán que en el siglo XVIII Mozart jugueteaba con los sonidos usándolos de manera aleatoria multiplicando las posibilidades de una composición. También los surrealistas emplearon un conocido método creativo en el cual varios autores ensamblaban un conjunto de palabras e imágenes, cuyo resultado es conocido como “cadáver exquisito”. En los gloriosos años del Boom, la novela “Rayuela”, de Julio Cortázar, permitió a cada lector establecer una sintonía personal con el texto escrito. Mucho antes que los artistas, los matemáticos vienen haciendo complicadísimos juegos con las posibilidades infinitas de los decimales del número π (Pi).


Björk ha sido una de las primeras artistas en hacer uso exitoso de una aplicación con fines artísticos. El súper fumado álbum Biophilia, que permite al usuario crear sus propias versiones de las pistas de la islandesa, le sirvió de envión al grupo de artistas e informáticos que crearon “n”. 

La canción n1, Habitación 316, la única disponible de manera gratuita, relata el encuentro de dos desconocidos en una habitación de hotel. La canción consta de poco más de 40 versos. Aquí puede leerse la canción completa. La propuesta de Drexler para iniciar la canción es (arpegio de guitarra, percusión, la voz del cantautor): “Tú durmiendo y yo mirándote dormir”.... Nada mal. Pero uno puede hacer un cambio radical de plano, haciendo que la composición principie diciendo: “Cuando despertó en la ventana había ya cambiado la estación”. También se puede optar por un comienzo más abiertamente erótico: “Cuatro manos con la sorpresa en las mejillas”. O con un cínico: “Cada uno calibrando sus propios anzuelos”.


Intenté construir mi canción comenzando con el verso que revela el número de la habitación donde tiene lugar la cita, colocando inmediatamente después el ya citado “Cada uno calibrando sus propios anzuelos”, seguido de: “Todo el resto ya no importa”. Mi idea era que el amante evocara aquel encuentro a ciegas con una gota de jactancia, pero la solución musical no me convenció. 

Intenté una nueva versión buscando una cadencia instrumental que me resultara más grata, independientemente del orden de la letra. Y luego otra, y otra versión. Me creo en el deber de hacer que aquella  pareja imaginaria disfrute de ese “vértigo en cámara lenta”, como reza el verso que trataré de convertir en el estribillo de mi quinta versión. Desde luego, si cambio de opinión, siempre puedo hacer una sexta versión. No todos los días uno “compone” las canciones de un artista como Drexler...

La aplicación “n”, lanzada a finales de 2012, consta “de tres canciones combinatorias (n1, n2 y n3), donde el azar y el oyente intervienen en el resultado final”, ya sea cambiando la disposición de las frases (n1), el orden de los instrumentos (n2), o el de la aparición de los músicos participantes (n3). “Hay que entender estas canciones como un proceso”, explica. Las suyas, dice, no son canciones “sólidas” sino “líquidas”. Una comparación que le arrancaría una sonrisa a Zygmunt Bauman.

Aunque el soporte electrónico tiene un papel decisivo en el experimento, para Drexler “n” no es un proyecto tecnológico sino un experimento de poesía combinatoria. “La tecnología fue una herramienta poética y no un fin en sí mismo”, indica. Agregaré algo más: es un producto que pone en entredicho la idea de “originalidad” que por muchos años ha servido de soporte para la construcción del prestigio de los escritores y artistas.

A ese programa informático que ofrece resultados azarosos teniendo como centro una composición literaria y musical (o, a esa composición musical y literaria que se produce tecnológicamente mediante el azar), Drexler le llama “aplicanciones”, un neologismo que los amigos de la Real Academia de la Lengua mirarán con reserva, aunque tendrán que aceptar que es ingenioso y comercial.

Publicado en El Faro, 24 de abril de 2013 Foto: Jorge Drexler

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